jueves, 16 de agosto de 2012

Un juglar en Lavapiés

 La falta de tiempo y el exceso de molicie hacen de este blog un lugar aparentemente abandonado, con información desactualizada, falta de nuevas entradas y enlaces que no funcionan gracias, principalmente, a la implacable lucha del poder y el dinero contra la difusión de la cultura popular y el rescate de obras inencontrables (incluido todo ello en ese inabarcable acto delictivo denominado piratería).

Pero no, la idea de recuperar en lo posible la historia del rock español sigue ahí, y para aportar un nuevo grano de arena, vamos a recordar el concierto que los míticos Ñu de José Carlos Molina ofrecieron en las fiestas de San Lorenzo 2012 en Madrid.


Para los que no viváis en esta ciudad o no conozcáis sus tradiciones, diré que, durante el mes de agosto, casi se solapan las tres fiestas más castizas de la capital de España. Primero la que se celebra en honor de San Cayetano (7 de agosto) en los alrededores del popular Rastro, seguida de la de San Lorenzo (10 de agosto) en el barrio de Lavapiés y, por último, la de la Virgen de la Paloma (15 de agosto), la más curiosa de las tres al tratarse de un culto no establecido originalmente por la Iglesia Católica, como es habitual, sino nacido del pueblo y cuya historia recomiendo leer a los interesados en las tradiciones populares.

En esta ocasión, como ya se ha dicho antes, ha sido el amigo San Lorenzo quien nos ha traído a Ñu a Lavapiés, barrio también de interesante historia, multirracial, multicultural, con calles de leyenda y un tanto peligroso en según qué momentos. Hogar, por ejemplo, del conocido bandolero Luis Candelas.

Hablar de Ñu es hablar, posiblemente, de uno de los grupos más longevos del rock español, pero no del más estable. El apartado de integrantes de la banda ocuparía la mitad de su biografía, entre otras cosas porque gran parte de sus miembros cuenta, a su vez, con una larga trayectoria propia dentro del mundo de la música.

Nombres como el del batería Enrique Ballesteros (Cráter, Bellabestia, Banzai, Coz), el fallecido violinista Jean François André (Labanda, batería con Kurt Savoy), los guitarristas Jerónimo Ramiro "Jero" (Santa, Saratoga, Santelmo) y Rosendo Mercado (Leño), el bajista, también fallecido, Chiqui Mariscal (Leño) o el teclista Miguel Ángel Collado (Santa, Sangre Azul, Casablanca) dan una idea del nivel de los músicos (según parece hasta 70) que han acompañado a Molina en su proyecto.

Semejante vaivén de componentes se debe, al menos en parte, al peculiar carácter de José Carlos Molina, definido como perfeccionista, poco diplomático, autosuficiente o irascible, quizá unas características causa de las otras y que entre todas perfilan a un personaje creativo, único y carismático, seguro de lo que hace y capaz de parar un tema a la mitad durante un concierto y negarse a seguir mientras dos personas del público sigan peleando (servidor fue testigo) o abandonar el escenario harto de problemas técnicos.

Así pues, no resulta extraño que el grupo sea fiel reflejo de su líder, aunque este llegara a confesar en una entrevista de radio que su capacidad de innovar está limitada por la imagen que se tiene de Ñu tras tantos años de existencia.

Su nacimiento se produjo en torno a 1975 como evolución de Fresa, grupo más orientado a "fiestas de pueblo", en cuyo repertorio Rosendo Mercado, Chiqui Mariscal y Molina intercalaban temas de rock. Pero esta historia será contada en otra ocasión, porque, después de tanto preámbulo, nos vamos a centrar por fin  en el concierto.

La actuación de Ñu en Lavapiés fue la típica gala veraniega.  Más cercana a una reunión de colegas en la que unos hacen música y otros saltan, aplauden y corean. Desde luego no se trató de una presentación del, hasta la fecha, último disco de la banda (Viejos himnos para nuevos guerreros) ni de un gran espectáculo hecho para impactar.

El escenario (de dimensiones suficientes) estaba situado en mitad de la estrecha calle Argumosa, lugar de celebración de la fiesta y en cuyas aceras se alinean las barracas de feria, puestos de comida y bebida y demás componentes de este tipo de eventos.

No obstante, la incomodidad del entorno no impidió a los numerosos espectadores disfrutar durante una hora larga de las evoluciones del grupo.



José Carlos Molina con su inseparable flauta travesera y cantando, Ramón Álvarez al bajo, Nacho de Carlos (acompañante, entre otros, de Jero Ramiro y ex-miembro de Beethoven R.) a la guitarra, el austriaco Peter Mayr (componente de Perfect Strangers, productor, especialista en instrumentos musicales y colaborador con infinidad de grupos) y su Hammond y el batería Javier Arnáiz "Bumper" (acompañante de Jero Ramiro y Miguel Oñate, componente de Barón Rojo y Vargas Blues Band y con dos discos en solitario -Drum y 2012-) hicieron un repaso, con un sonido regular pero aceptable, de los temas más clásicos de Ñu, lo que resultó en una conexión inmediata con el variopinto y numeroso público, de todas las edades y colores.

El grupo supo meterse en el bolsillo a los asistentes (tanto seguidores como simples curiosos) echando mano de su música más festiva, aunque sin dejar de lado la vertiente dura.

Molina, que salvo por su pelo más blanco muy poco ha cambiado en todos estos años, sabe como nadie moverse en el escenario y llevar la actuación por sus cauces, desapareciendo en los temas instrumentales, desviando la atención hacia el músico protagonista en cada momento o saliendo de atolladeros como un imprevisto con el equipo del bajista, imponderable que aprovechó el juglar de Legazpi, tras unos momentos de titubeo, para deleitarnos con un impecable Trovador de ciudad armado con su guitarra acústica mientras se solventaba el problema. Su comentario final tras la canción y entre risas fue "algo había que hacer".

Cada músico tuvo oportunidad de desplegar su maestría en solitario.

Bumper, el Increíble Hulk de la batería, con una envergadura que hace parecer a su Tama una talla menor de la necesaria, dejó patente la calidad de los elementos que la componen, castigando sin piedad los parches y platos en un solo atronador, con un doble bombo clásico (dos bombos, nada de uno con dos pedales) que recordaba el sonido de una Harley.

Nacho de Carlos hizo también gala de su arte, además de en un gran solo, en los temas instrumentales, donde la guitarra se convertía en principal protagonista. Con claras molestias en su muñeca izquierda en la última parte del concierto, demostró su profesionalidad aguantando el tipo hasta el final, incluido el Más duro que nunca del bis.

Ramón Álvarez también demostró con su solo que el bajo no es simplemente un instrumento de acompañamiento.

Y nos quedan Peter Mayr y su Hammond. Un personaje que parece salido de El señor de los anillos, con su largo pelo y barba blancos, que le dan una imagen muy acorde a ese aire medieval y de cuento que caracteriza al grupo que nos ocupa.

La actuación de Mayr, en especial en los momentos en que se le dejaba solo con sus teclas, no se puede describir, hay que verla. Además de por su estilo sicodélico de los teclistas de rock de los años 70, por la forma de tratar un instrumento de un peso considerable que él bambolea hacia delante y hacia atrás hasta los límites del equilibrio mientras no para de recorrer el teclado con sus dedos.

Y ya, hacia los últimos temas del concierto, una invitada en forma de torbellino con violín: Judith Mateo.  Polifacética violinista asturiana, de formación clásica pero dedicada a la música tradicional celta. Digo polifacética porque compagina su labor como instrumentista con, entre otras actividades, la de estudiosa de la música, presentadora de televisión y activista contra la violencia de género y de apoyo al maltrecho pueblo saharaui.

Acompañante de Cristina del Valle, Hevia o Carlos Núñez entre otros, también cuenta con tres discos en solitario (Tir nan og, Mientras el cielo no caiga, Ashes) y una dilatada carrera que le ha llevado a actuar en medio mundo, además de ser colaboradora de Ñu desde hace años, tanto en estudio como en directo.

El violín y energía de Judith, que no dejó ni un momento de moverse por el escenario y animar al público, completaron una buena actuación de la banda, no comparable al concierto registrado en DVD hace unos años, pero sí lo suficientemente divertida como para volver a ejercer de público si se presenta la ocasión, aunque, por desgracia, la actual crisis, unida a, o provocada en parte por, los desmanes de los políticos locales de turno (de cualquier turno) han dejado para el recuerdo esa ristra de conciertos de rock gratuitos o a precios módicos tan habituales en las fiestas veraniegas hace unos años.

Ahora se buscan las simpatías del votante mediante el artista de usar y tirar de moda y las orquestas de baile, o se pasa directamente al lado contrario, las representaciones teatrales, ballet o conciertos de música clásica, pero sin hacer un alto en mitad del camino para dar cabida a algo menos clásico que Vivaldi, pero con más calidad de la que presentan los compositores de melodías para teléfonos móviles.

Sea como sea, no perdamos la esperanza en la vuelta de aquellos buenos tiempos u otros similares. Músicos no faltan, pues las nuevas generaciones y los que siguen en la brecha después de tantos años tienen mucho que ofrecer. Solo se necesita que los que deciden se den cuenta de que, a estas alturas, es tan tradicional un concierto de rock como una exhibición de mantones de manila o un concurso de chotis.

4 comentarios:

Paloma dijo...

Hola Javier, lo primero, agradecerte que vuelvas a escribir, la ausencia se estaba prolongando demasiado :-)
Y lo segundo, me ha encantado esta entrada. Tiene toda la información sobre el concierto y los músicos que se puede pedir (lo justo para que luego cada uno busque por su lado si le interesa alguien en especial), la introducción sobre las fiestas en las que se celebró también es muy orientativa, sobre todo para los que nunca hayan estado en ellas, y estoy completamente de acuerdo con los párrafos finales. Ah, y el lenguaje muy cuidado, que se echa de menos viendo lo que hay escrito por esos mundos.
Muchas gracias por esto y por lo que vendrá. Paloma

Javier M dijo...

Gracias por molestarte en dejar un comentario. Me alegro de que te haya gustado el texto. A ver si la próxima vez que toquen también estás tú por ahí animando :-)

carlitos dijo...

O sea, que no estaba muerto… Me refiero al blog, claro. Qué bien que se recupere algo de actividad, a ver si se empieza a ver movimiento otra vez con un poco más de asiduidad. Y para que no se diga, aquí hago mi aportación personal.

Yo pude ver a Ñu a finales de mayo en las fiestas de Hortaleza, un barrio de Madrid (para quien no sea de por aquí) que año tras año incluye algún concierto de rock (rock de verdad, no lo que algunos llaman rock hoy en día) en su programa.

Hacía mucho tiempo que no veía a Ñu en directo, salvo en el magnífico DVD que sacaron hace unos años, pero yo encontré un José Carlos Molina en bastante buena forma. Sí es cierto que desapareció del escenario varias veces (me imagino que para descansar un poquito) dejando el protagonismo al resto del grupo en largas interpretaciones instrumentales, pero por lo demás se le vio tan “activo” como siempre.

El marco era ideal (Auditorio Pilar García Peña, en el parque Pinar del Rey), un escenario amplio, con zona de gradas, pero también mucho suelo para los que prefieran estar más cerca del escenario y moverse con libertad. Al ser un lugar específico para actuaciones (aunque sea a nivel de barrio) no se dan las incomodidades que comentáis en el blog.

La asistencia fue buena, sin embargo, el público en general me resultó algo frío. Aunque se veían grupos que no dejaban de moverse y cantar, también había mucha que miraba la actuación como se miraría un desfile de nubes, como si solo estuvieran allí por casualidad. No obstante el ambiente fue agradable y una vez que empieza la música, uno se olvida de estas pequeñas cosas.

Desgraciadamente hubo otro punto negativo bastante peor. El sonido no estuvo ni de lejos a la altura que cabía esperar. Al principio el guitarrista tuvo también algún tipo de problema que, sin embargo, Molina asumió resignado con solo un pequeño comentario. Luego fue mejorando, pero sin llegar a la calidad deseable.

Ahora lo positivo. En total creo que fueron unas dos horas de concierto. Yo no sé si Molina será tan “difícil” como se dice, pero siempre ha sabido rodearse de lo mejorcito en cuanto a músicos, y así sigue. Una vez más, ha formado una banda excepcional, todos dieron buena muestra de ello, tanto juntos como en sus momentos de protagonismo individual, que para todos los hubo y ninguno dejó de demostrar su calidad.

Sonó un buen número de las canciones habituales, pero también incluyeron tres del nuevo disco. Fue un momento que Molina aprovechó para lanzar uno de sus comentarios punzantes: “Lo siento, ya sé que es aburrido”, decía tras la primera, “es que son canciones del último disco que nadie conocerá”. Aun así, tocó otras dos más, a cual mejor, como lo es todo su nuevo trabajo.

No fueron sus únicas palabras con algún toque de acidez, también hubo puñaladita para el “negocio” de la música: “¿Os podéis creer que de «La daza de las mil tierras» no quede ningún ejemplar en ningún sitio? Hay que ver, con el dinero que ganó el tío ese. Pero bueno, ahora os lo podéis descargar”.

Y es que Molina solo hay uno, eso ya lo sabíamos, lo que pasa es que ahora le han salido competidores. Por un lado está el teclista, Peter Mayr, que es algo así como Gandalf vestido por el sastre de Rod Stewart. Su particular actuación nos convenció de que, definitivamente, los teclados no son un instrumento estático, con sus constantes zarandeos y aporreamientos. Y luego está la colaboradora al violín, Judith Mateo, otro verdadero espectáculo, que protagonizó dos de los momentos a recordar del concierto, uno fue musical, metiendo su violín en una magnífica versión de El flautista, el otro simpático al arrebatarle tranquilamente el micrófono a José Carlos Molina para dirigirse al público.

En resumen, me pareció una buena fiesta del rock solo oscurecida por el sonido.

Por último, dar la enhorabuena a José Carlos Molina por su último disco. Me imagino que habrá mucha gente que preferirá a los Ñu más duros, pero yo me inclino mucho más por un sonido como este, más cerca del de los inicios, que creo que fue el que realmente les hizo un grupo único.

Javier M dijo...

Jo, con comentarios así no sé para qué escribo yo. No habría hecho falta. Te doy la razón en todo, en los musicazos que lleva Molina, en la pinta del teclista, en que el último disco está muy bien... En fin, que, como ya hemos dejado claro por ambas partes, Ñu no hay más que uno y esperemos que siga así muchos años.